A LA MANERA DE JUCECA
Es de todos conocida mi pasión por el humor y los
humoristas. Entre ellos, el despampanante Juceca, a quien hace un tiempo
tributamos homenaje en una de las “Crónicas Malsanas”. Ahora hice un segundo
intento, aclarando que incluí algunos párrafos que son auténticamente de
Juceca. Vamos a ver como sale.
DELICADO EL VERDUGO
Locutor – Y bien, señoras y señores oyentes, tal como
se lo habíamos prometido, hoy tenemos el honor de conocer al primo de nuestro
habitual colaborador, el Dr. Sebinamar. ¡Adelante, don Adefesio, mucho gusto en
conocerlo! ¡Pase y póngase cómodo!
Don Adefesio – Tiene razón, el gusto es suyo. Dígame
Fesio nomá, es como me conoce tuito el mundo. Me querían decir Ade, pa’ ahorrar
saliva, ¿vió?, pero yo me negué porque se me confundía con la Adelina Susena,
buena mujer sin dispreciar a naides.
L - ¿Así que la conoce a Adelina? ¿De dónde?
DA – A ella no, pero a la tía, Pechugona de Frente, la
casada con Miroslav Tapatío, que se conocieron un día que él miraba la Tele en
el boliche El Resorte y ella se le cruzó adelante y no lo dejó ver más nada por
un rato largo. A la tía sí la conocí, cómo no.
L - ¿Pechugona se llamaba?
DA – de Frente de apellido. Y no sabe lo qu’era de
costáu. Tan pechugona que cuando pasaba cerca del gallinero las pobres
batarazas se ponían coloradas.
L - ¿Cambiaban las plumas?
DA – No, de vergüenza. Y escondían la cabeza abajo ‘e
las alas, animalitos de Dios. Diga que no cambiaban las plumas, que de no, con
dos o tres pasadas de la pechugona le iba a quedar el gallinero lleno de
churrinches. Y como cualquier abombao sabe, y disculpe, el churrinche rinde
poco, en la olla o en la parrilla. Si señor, tiene eso el churrinche.
L – Bueno. ¡Pero que bueno tenerlo por acá, don Fesio!
Cuentenós, ¿cómo anda?
DA – Yo, como en Colombes.
L – Bien de bien, entonces, es un lujo.
DA – No, como si tuviera 89 años, Colombes fue en el ’28
¿no?. Y como estoy medio jodido así,
aproveché y fui y me vine pa’acá, pa’ la Florida a ver al primo este, y el
sotreta no me quiere atender.
Dr. Sebinamar – Pero Fesio, ya te dije que lo tuyo es
vejez, yo no te puedo atender, lo mío era la Hematología.
DA - ¡Ahora caigo, como dicen en Saeta TV! ¡Así que
fue pa’ Florida que se vino la Ema Tología cuando se casó y desapareció del
pago!! Siempre fue muy ladina, la bandida esa!!
L – No, lo que su primo quiere decir es que tendría
que consultar a otro especialista, alguien para la vejez, como el Dr. Botta.
DA – Bota tengo de sobra allá en el pago, y como pa’
todo hay que tener un criterio no me viá venir a Florida por más.
Dr. – Tenés razón, Fesio, dejála ahí. Pero contáme,
siempre tenés a tu perro, el Verdugo?
DA – Justamente, ahora que vos decís primo, les iba a
pedir apurar la cosa porque la Sinforosa me avisó que el Verdugo no anda bien.
L - ¿Le mandó un wasap?
DA – No, ella guasear guasea todo el día si la dejan,
pero como sabía que yo me vine con la Spica me puso un aviso en el informativo
de la radio de acá, la CW33, no sé si conoce, ¿conoce? Que le dicen la nueva
radio, pero pa’ mi qu’es más vieja qu’el viejo Pirincho, que vive allá en el
pago cruzando la cañada de Sánchez, desde que se fundó el pago vive ahí.
L - ¿Y qué le pasa al perro? ¿Le explicó su mujer?
DA – El Verdugo tiene sus cosas, suele ser un
animalito medio complicáu. Fijesé que con los cambios de estación le viene la
tristeza. En otoño, ve caer las hojas y le viene como una melancolía del lado
del alma. En verano, la calor lo pone perezoso y no atina ni a ladrar. Con la
primavera, se ataca de los amores y pierde pelo y peso. Y con el invierno entra
como en un chucho de frío y le tengo que poner un porrón de agua caliente pa’
que pase la noche.
L - ¡Pero a ese perro no hay estación que le venga
bien!
DA – No vaya a crér, hay una estación que lo está
reclamando.
L - ¿Ah, sí? ¿Cuál?
DA – Retiro. Pero mire si lo matarán los cambios de
estación qu’el otro día yo los estaba escuchando a ustedes y la Sinforosa vino
y fue y agarró y me dijo, furiosa me dijo “Yastás vos, escuchando a esos
guarangos”, y agarró y me cambió pa’la Montecarlo – qu’es la otra que se
escucha en el pago -. ¡Pá qué, el Verdugo se la quería comer!! Que por un
reflejo lo agarré del cogote y lo paré, pero dispués me quedé pensando si no
hubiera sido mejor dejarlo y ya salir d’eso.
L – Así que el Verdugo anda medio clueco.
DA – Cluecas andan las gallinas, y mi perro no será
muy gallito pero tampoco es una pollita. Lo que pasa es que estuvo comiendo
unos caramelos y le duele la dentadura.
L – Le duelen los caninos.
DA – No, los felinos le van a doler. ¿Usté está bien,
o es siempre así? El Verdugo me salió muy goloso pa’ las golosinas, sobre todo
caramelos y la crema chantillí.
L - ¿Y no le da de esa comida especial para perros?
DA – No me la come. Lo único que me tolera, envasado,
es el caviar. Y si le tiro un hueso pa’ que se entretenga, tiene que ser de
ternera.
L – Usted, en lugar de un perro, lo que tiene es un
problema.
DA – Pobrecito, animalito ‘e Dios, me salió tan
delicado que si le chiflo pa’ que venga se me ofende.
L - ¿Y cómo quiere que lo llame, por telegrama
colacionado?
DA – Por el nombre, y sin apuro, porque tiene su
tiempo pa’ prepararse.
L – Realmente, coqueto el Verdugo.
DA – Sin perfume no le asoma el hocico a ninguna
parte. Pero el que tuvo bicho delicado, aura que dice y me refresca la memoria,
fue un tal Vivito Bobeto Lelo; no sé si los conoció a los Lelo, ¿conoció?
L – Algunos lelos he conocido, cómo no, pero a Vivito
Bobeto Lelo creo que no lo tengo en mi agenda.
DA – Vivito Bobeto Lelo supo estar casado con
Eructante Bazofia Trunca, no sé si conoció.
L - ¿Eructante Bazofia de nombre?
DA – Trunca de apellido, que ella en lugar de ruleros
para el pelo usaba marlos de choclo, pelado. Que se conocieron cuando ella
pasaba y él tiró el pucho prendido y le embocó entre los marlos. Que él fue y
le tiró un jarro de agua cosa de apagarle el fuego, y a ella se le corrió la
pintura de los ojos y dio vuelta la cara de golpe y lo salpicó a Vivito Bobeto
y lo dejó todo pintado.
L - ¡No me diga que usaba tanta pintura en los ojos
como para salpicar y dejarlo pintado al otro pobre!!
DA – Era todo pintura. Usted le sacaba la pintura y no
le quedaba nada. Tenía una trompita, que en lugar de pintarse los labios con
lape de labios, se los pintaba con la brocha de afeitar del padre. Y para los
cachetes, similar.
L - ¿También se los pintaba con la brocha de afeitar
del padre?
DA - ¿Y yo que dije? ¿Usté está seguro que no quiere
que paremos acá y la seguimos otro día? ¿No? Bueno, entonces le cuento que los
cachetes se los pintaba con minio, que sirve para que no se le pique la cara
cuando viene el tiempo de la humedá. Usaba las uñas de las manos bien largas y
se las pintaba de azul oscuro.
L – Un caso realmente extraño. ¿Para qué se las
pintaría de azul oscuro?
DA – Pa’ no tener que sacarles la tierra de abajo. Con
el azul oscuro no se nota.
L – No era una señora muy adicta a la higiene, que
digamos.
DA – Eso sí, para sentarse a comer en la mesa era
asunto muy delicado. Le tomaba la sopa sin hacerle un ruidito, y los fideos con
tuco, que no hay que cortarlos con el cuchillo, cuando le quedaban largos los
chupaba para adentro silenciosamente, y rara vez le chicoteaban la pera.
L – Dentro de todo, se cuidaba de no hacer groserías.
DA – Y para las aceitunas, era similar.
L – Me imagino que no soplaría el carozo, ¿no?
DA – En los jamases. Para no hacer papelones se los
tragaba.
L - ¿Se tragaba enteros los carozos de las aceitunas?
DA– Enteros no. Primero los masticaba, los molía a
diente, los trituraba con aquellas muelas, y hacía un ruido como de engranajes
moliendo pedregullo, que venía gente de lejos pa’ escucharla.
L - ¿Usted, don Fesio, no estará exagerando un poco?
DA - ¡Me quedo corto! Pero hombre que supo ser
exagerado, ahora que dice… no, pero mejor me voy que tengo que dir, agarrar y
prepararle los buches de malva al Verdugo. La semana que viene, si viene, la
seguimos.