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Divertido, algo culto, familiero, siempre dispuesto a hacer reír a la gente. ¡Ah, y manya a muerte!!!

martes, febrero 01, 2011

LA TAL TROTADA

Tu comentario, Tordillo, y tu historia de ese viaje a caballo improvisado de apuro, me trajeron este recuerdo. Allá por los años '40 lo leí en algún lado, creo que en la revista Peloduro, del pionero fundamental del humor uruguayo Julio Suárez. No recuerdo el autor, tampoco las frases exactas, pero sí tengo presente la genial caricatura de nuestro gaucho, de su apego a lo nuestro, de su incondicionalidad. Era algo así:


La tirada era larga, unas 5-6 leguas, así que salieron antes que despuntara el sol pa' no cansar mucho a los caballos, con apenas un par de amargos entre pecho y espalda.
No llevaban más de un cuarto de hora cuando uno dijo:
- ¡Lindas, las cañas!
El tranco siguió al mismo ritmo, cadencioso y acompasado, con apenas pequeños rodeos pa' esquivar alguna rama alta de los árboles por entre los que avanzaban. Otro cuarto de hora, y el otro:
- ¿Cuáles cañas?
El terreno se hizo más descampado, y ya a lo lejos, como a media hora de marcha, se veía el monte lindero a la cañada de Pérez que tenían que cruzar. El sol ya les daba de espaldas, por lo que tuvieron que echar p'atrás los chambergos (como pa' lamber sartenes). Entrando a la cañadita, refrescando a las cabalgaduras, el primero retomó la palabra:
- ¡Ésas, que pasamos ricién! Tacuaras, la mayoría.
La refrescada en la cañada les mejoró el ánimo a los cuatro, y retomaron la marcha con un empuje como si acabaran de salir. Los dos de arriba pelaron sendas tabaqueras, con la correspondiente hoja chiquita de abrojo adentro pa' mantener fresco el tabaco, y armaron los cigarros sin necesidad de largar las riendas ni andar parando por esa pavada.
Ya llegando otra vez a una zona de monte, no muy tupido:
- ¡No las vide, mire usté!
El monte se fue haciendo cada vez más ralo, dando lugar a una zona de colinas sucesivas, con mucha subida y bajada. Ya llevaban varias de ellas hechas, y los estaba apretando el hambre, cuando:
- Si gusta golver, pa' verlas...
La última subida les permitió asomarse a un extenso declive, luego del cual, allá en un horizonte que estaba a varios kilómetros de distancia, se alcanzaba a ver el pueblo de destino. Un par de cigarros más y ya se podía divisar las casas, clarita la torre de la iglesia y el tanque de OSE.
- ¡Taría güeno, cómo no!! ¡Se agradece!
Y ahí nomás hicieron girar los matungos y rumbearon pa'l cañaveral.