¿VOS
SOS DE LOS QUE CREÉS, O QUÉ?
En este entorno de fin y comienzo de año la gran
mayoría de las personas, si no todas, nos hemos afiliado al FN y el PAN, que no
se trata de las sociedades Forros Nocturnos, ni Primeros Antes que Nadie, sino
los clásicos Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.
Es permanente esa ilusión y el deseo de que el año
siguiente sea mejor que el que se va, y así se lo expresamos y auguramos a
nuestras familias y amigos, totalmente imbuidos por el espíritu festivo que
campea en esos días.
Y bueno, para muchas personas – y me temo que
bastantes más de lo que uno cree- el 2017 no empezó muy de acuerdo a esos
deseos, ya que en la segunda semana nos encajó un viernes 13.
Todos sabemos que tanto el viernes 13 como el
martes 13 son considerados días de mala suerte, en los que no se debe iniciar
emprendimientos tanto económicos, como de salud o sentimentales.
Conviene aclarar que el viernes 13 es considerado
así en las culturas de origen anglosajón, concretamente en Inglaterra y los
EEUU, y de ahí el origen de las series y películas de terror que llevan ese
nombre. Al respecto hay que decir que el
origen de tal superstición – porque desde ya dejamos claro que no es otra cosa
que eso, pura superstición – parece que surgió por allá por 1907 en que un tal
Thomas Lawson, corredor de bolsa él, escribió un libro llamado “Viernes, el
XIII”.
El libro de Lawson es una fábula oscura de Wall
Street cuyo personaje central genera bonanzas
y caídas en el mercado para vengarse de sus enemigos, dejando a muchos en la
miseria y la ruina. Y parece que el librito tuvo éxito y generó, por lo menos
en lo económico, que las personas le dispararan como a la peste al viernes 13.
Otras
interpretaciones, con más fundamento quizás por su contenido religioso,
atribuyen la creencia a que la crucifixión de Jesús ocurrió un viernes y a que
los participantes de la última cena fueron 13, con el agregado de que al
parecer Judas fue el invitado número 13. Esto también explicaría por qué en
Italia, cuyo pueblo es profundamente religioso, está muy arraigada esta
superstición, contrariamente a lo que sucede con otros pueblos latinos que se
la adjudican al martes 13 (no te cases ni te embarques, ni de tu casa te
apartes).
Además, se debe
considerar que el terror al viernes 13
que padecen muchas personas, se denomina
parascevedecatriafobia, siendo parasceve una raíz latina
que significa “preparación de la Pascua”. Y ya que estamos, el terror al martes
13 es trezidavomartiofobia, y el terror al
número 13 triscaidecafobia. Lindos
nombres para decirlos mamao.
Sin embargo,
unos caballeros de Nueva York habían fundado ya en 1882, el viernes 13 de Enero
de ese año, un Club al que llamaron “The Thirteen Club”: el club del 13 o de
los 13, se podría interpretar de las dos maneras. Pero la cuestión era que
estaban decididos a atacar la superstición, argumentaban que debía ser
aniquilada y desterrada, y para hacerlo se reunían el día 13 de
cada mes, se sentaban en la mesa 13, rompían espejos, derramaban sal con
exuberancia y llegaban a la cena caminando bajo escaleras cruzadas. Por
supuesto que cuando además coincidía que ese día 13 era viernes, las reuniones
eran unas festicholas de aquéllas, de apartar de a caballo. Los informes
anuales del club especificaban cuidadosamente cuántos de sus miembros habían
muerto y cuántos habían fallecido durante el año siguiente tras asistir a una
cena en el club, y realmente nunca pasó nada que pudiera achacársele a ese
desafío a la malignidad del viernes 13.
En tanto, el martes 13, como dijimos, es
considerado de mala fortuna en los pueblos de origen latino. No se sabe por qué
el martes, se supone que es debido a que la caída del Imperio de Constantinopla
ocurrió un martes (que no era 13) y dicho acontecimiento tuvo un gran impacto
negativo mundial en esa época. Como ejemplo curioso, en Chile a las películas
“Viernes 13” se les cambió el nombre a “Martes 13”.
¡Aguaita, huevón! ¡Esto está de cagazo!
¿Cachái?
Lo que es realmente impresionante es la difusión y
repercusión a todo nivel que tiene la famosa triscaidecafobia, mirá esta
listita:
·
Los aviones de
la compañía aérea española Iberia; los de la
italiana Alitalia; los de la de Emiratos Árabes, Emirates; y la panameña Copa Airlines, no tienen en su
numeración dicho número: la fila que sigue a la 12 es la 14
·
Ninguna persona
de España tendrá el Documento
Nacional de Identidad con el número
13. El dictador Francisco Franco,
precursor de este sistema de identificación personal, se reservó para sí el
número 1, y el resto de documentos de una cifra para su familia. La Familia Real de España tiene
reservados los números de dos dígitos; el rey Juan Carlos I tiene el 10, la
reina Sofía el 11, y su hija mayor la infanta Elena el 12. A su segunda hija, la infanta Cristina, le habría correspondido el 13, pero por esta superstición,
ese DNI quedó sin dueño, y le asignaron el número 14.
·
El álbum musical Room for Squares, del compositor y cantante norteamericano John
Mayer, consta de 14 pistas, aunque la 13.ª es de 2
segundos de silencio (el
mínimo de duración de acuerdo a los estándares) y no aparece en la carátula del
álbum.
·
El álbum Alivio
de luto, de Joaquín
Sabina, tampoco presenta este número: después de la pista
número doce viene la pista "+uno".
·
Todos los discos de la banda
uruguaya No
te va gustar carecen
de una pista número 13, pasando directamente de la 12 a la 14.
·
La compañía Renault ha contado, a
lo largo de su historia, con una serie de modelos numerados. Desde el Renault 3 al Renault 25, existen
modelos con todos los números, excepto con el 13.
·
El programa de
diseño gráfico Corel DRAW cambió la
numeración al llegar a la versión trece, denominándola Corel DRAW X3 (donde la
X representa el 10 en números romanos). De manera similar, el paquete Microsoft Office pasó de la
versión 12 (Office 2007) a la 14 (Office 2010); según declaró Jensen Harris, Lead Program Manager para el
Microsoft's Office User Experience Team, el 13 fue omitido debido a la aversión
por dicho número.
Realmente, todos están con el “yo no creo, pero que las hay,
las hay”.
No hay caso, así va el mundo.
Y con respecto a eso de que así va el mundo, como siempre
revolviendo en los vericuetos de nuestra amada lengua española, tengo una
explicación.
Estudiando algunos caracteres y manifestaciones de
lo que hoy en día se ha dado en llamar la especie humana, he llegado a la
conclusión de que en sus relaciones con el prójimo predominan ampliamente los
sentimientos negativos sobre los positivos.
Fijáte que si vos te referís a otra persona
aplicándole alguno de los adjetivos que a los efectos se dispone en el idioma,
tenés una cantidad enormemente mayor de recursos despectivos que encomiásticos,
o sea que es mucho más fácil relajarlo que alabarlo o ensalzarlo.
Así que si estás hablando de alguien que no te gusta
mucho, digamos alguien con capacidades insuficientes – término que, como ya
hablamos el otro día, me parece más adecuado que el de capacidades diferentes
-, podés tildarlo de, en riguroso orden alfabético, a saber dos puntos:
babieca, badulaque, bobo, estúpido, gilipollas, idiota, ignorante, lelo,
mameluco, mentecato, necio, opa, palurdo, papanatas, pasmarote, simple, tonto
y/o zoquete. Hasta aquí, los aceptados por la RAE, y si le agregamos algunos de
nuestro acervo loco-regional – gil, abombado, nabo, banana, fantasma, azul como
sobaco ‘e pirincho -, tenés a tu disposición unos 25 epítetos para usar,
aislada o combinadamente, en detrimento de tu prójimo (que más bien que sea
prójimo y no próximo, porque te puede escuchar y cagarte a patadas).
Pero, en cambio, si estás haciendo una apología de
otro prójimo – o capaz que del mismo, pero hablando con otra persona que lo
quiere mucho, lo que seguramente te va a permitir girar 180 º tu opinión –
tenés solamente el grupito formado por: agudo, despabilado, despejado,
despierto, entendido, inteligente, listo, penetrante, perspicaz, sagaz y
talentoso. Diez opciones, fácilmente reducibles a ocho si se tiene en cuenta
que despabilado, despierto y despejado son exactamente la misma cosa.
Vos podrías argumentarme que tal característica del
idioma no tiene porqué ser necesariamente un reflejo de las actitudes humanas.
Sin embargo, la opinión de los lingüistas es que los idiomas se forman y van
apareciendo las palabras de acuerdo al uso que los pueblos les van dando. Por
ejemplo, cuando yo era chico si alguien hablaba de un zoquete todos pensábamos
en una media cortona y no en un infradotado. Y lo mismo con el mameluco, o las
bananas o los fantasmas.
Por eso es que sostengo que de esto se puede inferir
que la envidia y el odio son sentimientos predominantes, ampliamente
predominantes, sobre la amistad verdadera y el amor, a todos nos gusta más un
buen chisme que un homenaje.
Así va el mundo. No se entiende mucho de qué nos
quejamos.
¡Aguaita, huevón! ¡Esto está de cagazo! ¿Cachái? |
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