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Divertido, algo culto, familiero, siempre dispuesto a hacer reír a la gente. ¡Ah, y manya a muerte!!!

jueves, abril 26, 2012

LA ESTUPIDEZ HUMANA NO TIENE LÍMITES

ARGENTINA  RIDES AGAIN

Por las dudas. La viñeta del Negro Fontanarrosa dice: ¿que se siente cuando habiendo
sufrido la pérdida de un ser querido en el accidente viene un imbécil
y le pregunta qué se siente?

    Dicen que el Tito Enstein alguna vez dijo: "Sólo conozco dos cosas que son infinitas: el Universo, y la imbecilidad humana. Y de la primera no estoy muy seguro".
       Como ven arriba, junto con un collage de los más conspicuos imbéciles contemporáneos, logramos en el centro llevar la "imbecilidad humana" al infinito. Eso sí, con el Universo no nos metemos, porque lo respetamos muchísimo al Tito y además, andá a saber qué puede pasar con mi pobre PC, a la que quiero profundamente.
        Recuerdo que por allá por 1982  me encontraba almorzando en casa de unos sobrinos a los que hacía mucho (demasiado) tiempo que no visitaba, disfrutando de una cordial reunión familiar, cuando las noticias anunciaron que Argentina estaba en guerra por las Malvinas.
       Juro que pensé que había oído mal, no podía ser cierto lo que estaba oyendo. No me entraba en el cerebro que después de todo lo escrito, comentado y concluido acerca de la Primera, la Segunda, Corea, Indochina, Vietnam y demás deplorables etcéteras, estos boludos de enfrente empiecen una guerra por un par de islas de mierda que durante 149 años no les importaron un joraca y se las dejaron a los ingleses para que tuvieran el trabajito de gobernarlas.
         ¿Qué es un país, una nación, un estado independiente? No sé si ustedes opinan lo mismo, pero para mi un país no es su orografía, ni su hidrografía, ni su clima ni sus riquezas naturales. Un país es fundamentalmente - y quizás sólo eso - la GENTE, los seres humanos que lo habitan y que entre todos sus derechos naturales tienen el de decidir su forma de vida, su nacionalidad y su gobierno. Y a nadie se le ocurrió pensar en lo que querrían las 3 ó 4 generaciones de individuos que poblaron las Falkland-Malvinas en esos 149 años.
        Claro, después se supo todo lo atinente a los delirios castrenses del Lepe Galtieri que en una de sus gloriosas mamúas decidió hacerse el populista y les tocó el patrioterismo a los imbéciles de turno, mandando a la guerra a una camada de gurises  literalmente con un chasqui-bum, de los cuales hubo no sé cuántos cientos que no volvieron y que aún hoy en día dichos imbéciles patrioteros se rasgan las vestiduras llorándolos.
        Ahora, si eso fue uno de los paradigmas de la imbecilidad humana colectiva, ¿qué se puede pensar cuando uno se entera que los sempiternos boludos andan otra vez dragoneando con recuperar las islas? ¿Cómo se puede ser tan candoroso e ingenuo - o sea, boludo total - para pensar que los ingleses se las van a devolver, quizás además pidiendo perdón por haber sacado un poco de petróleo y algún que otro pescado durante esos 149 años?
        Es más o menos lo mismo que si nosotros ahora empezáramos con que queremos que nos devuelvan Martín García por cuestiones de soberanía territorial. O peor aún, que nos reintegren al inefable Víctor Hugo, que ahora es más argentino que el rey y también está embarcado en el bote del reclamo. Por favor, nada de eso, quédense con ambos y que los disfruten.
          La verdad es que los vecinos de allende el charco hacen una fuerza bárbara para que se les adjetive de una manera peyorativa más bien agresiva. Ellos tienen su país lleno de papeleras que contaminan sus ríos desde tiempo inmemorial, cosa que es problema de ellos y no tenemos que meternos más que para decirles que a ver si lo solucionan de una vez. Ahora, como a nosotros se nos ocurrió contaminarles la mitad del río Uruguay que es de ellos, armaron el tal quilombo que todos sabemos lo que duró, lo que implicó y cómo terminó. Porque terminó, ¿no? No hay que confiarse mucho, capaz que cuando se cumpla el sesquicentenario de Botnia, - o como quiera que se llame ahora y/o dentro de 150 años - no les extrañe que el iluminado (de día) de turno empiece de nuevo con la jodita.

       Todo esto si uno estuviera convencido de lo auténtico y real de los motivos y argumentos que se esgrimen. Si a uno no le diera por pensar que lo que está ocurriendo posta es que se está utilizando el viejo truco de "mirá, un elefante rosado!!", para que el otro mire para otro lado y se distraiga un rato, a ver si en ese rato podemos arreglar algo de lo que se nos está yendo de las manos. Que bien podría ser, ¿eh, Cristina?
Y ahora, ¿qué hago con esta gallina moribunda?
         Gracias a la imbecilidad humana colectiva, cualquier cosa puede cuajar y afirmarse como la verdad absoluta. Nos creemos todo lo que nos dicen los supuestamente honrados y honestos personajes a cargo, sean gobernantes, medios de prensa, asesores políticos, encuestadores, sin jamás cuestionarnos nada ni interponer el imprescindible y excelente recurso del por qué y para qué.
         Y así nos hemos ido tragando a través de la historia hechos tan trascendentales como inverosímiles: la Tierra como centro del Universo (¡pobre Galileo!!); las brujerías de la Inquisición; Lee-Harvey Oswald y Jack Ruby rapidito antes que se sepa lo del otro; la muerte de Juan Pablo I, en cuya elección el Carolo sacó 2 votos y un mes y medio después arrasó con las urnas; la ya citada guerra de las Malvinas. Y entre los no trascendentes pero igualmente inverosímiles: las cremas de belleza con placenta de tortuga y/o esperma de ballena (me gustaría conocer al macho guapo que le pone el condón al balleno); los delirios seudocientíficos de todos los C.S.I.; la tinellización de la TV; y la peor de todas, que Nacional es el decano. Y esto por citar de memoria así nomás, por encima de la ropa, algunas de ellas. Y conste que no quise poner lo de las Torres Gemelas, porque sería más cruel de lo que fue que además de los aviones arriba haya  habido algo más de arriba pa'abajo. Si las torres hubieran estado en Copenhague, uno diría que algo hiede en Dinamarca.
           En fin, la única esperanza es la evolución. No hay que olvidarse que esta es la especie humana en este momento de la Historia, pero que estamos en permanente cambio y evolución. Así como perdimos las agallas, las plumas, casi todo el pelo del cuerpo y caminamos en dos patas, recemos para que en la carrera contra el tiempo entre nuestra imbecilidad - tan propensa a la autodestrucción - y la tendencia a tener cada vez más cerebro y patas más cortas, gane esta última.
             Si no, hermano, estamos fritos.