LOBIZÓN Y PICO
(A la manera del inmortal Don Verídico)
Lo que sigue es enteramente ficción. Cualquier similitud con personas vivas o bobas, o con acontecimientos reales recientes o pasados, es una mera coincidencia.
Hombre que supo ser asunto serio pa’ la custión del emperramiento, ahora que dice, Eljóta Suárez, el casau con la Silvia Fe. Que a ella en el pago le decían Radioemisora porque pa’ que parara de hablar había que desenchufarla.
Eljóta Suárez era sétimo hijo varón y sin cruz en la lengua, y por eso se emperraba, porque como cualquier abombau sabe el sétimo hijo varón sin cruz en la lengua tiene eso.
Eso sí, de lo más desprolijo, lo que tenía era que se le hacía lobizón cualquier día. Tanto se emperraba un jueves, adelantau, como se le hacía ternero un sábado, atrasau. Pa’ los ruidos, similar. Un de repente se hacía ternero y dentraba a las casas ladrando y meneando la cola, que en el pago le habían perdido el rispeto por eso, porque pa’ todo hay que tener una conduta, ¿no?.
Un lunes de noche cayó al boliche El Fierro Diario, y se sabe que los lunes los lobizones tienen franco. Taban Carlitos Pérez (que le decían así porque se llamaba Carlos y era tan petiso que no le cabía ni un apodo, ni la menor duda le cabía), Aventurado Mula, Caperucito López, que era el dueño del boliche, Acompañado Leguisamo, Dumbo Conorra Úl, el pardo Pichón, Oriente Pichón, el hermano, y Jabón Pichón, el hijo (del pardo, no del hermano), que le decían así pa’ recordarle el aspeto de la limpieza de la persona humana, porque era medio dejau al respeto.
Taban jugando al fóbal 5 como si supieran, metiendo que era una tremendidá. Se allega Eljóta Suárez a la cancha y antes de entrar sintió como un chucho. Se dio cuenta que se estaba por atacar de lobizón y se aguantó en la portera. Ni sabía en qué bicho se iba a convertir.
- Si me hago perro - pensó - me quedo por un rincón y me entretengo, aunque más mejor sería gato, porque de arriba de un árbol viá ver especial el partido.
Adentro se seguían dando como pa’ mejor causa, parecía que querían declarar a los contrarios írritos, nulos y disueltos y sin ningún valor agregado para siempre. En una agarra un rebote el pichón de los Pichones, que le decían marido celoso porque estaba más pa’ pegarle con todo que pa’ acariciarla, y le prendió un zurdazo de esos que si te agarran te dejan mirando pa’ la Olímpica.
La pelota agarró una velocidá infinita, atravesó el techo por un aujero de la ré y se perdió en un pino de afuera. Ahí nomás se siente un maullido en sonido estereofónico y Dolbi 1.5, y un barcino que cae desparramado pero en sus cuatro patas, como corresponde a todo minino que se precie de tal.
El pobre bicho salió como escupida en plancha por el aujero más prósimo del alambrau, ganó la calle, cruzó las vías, cruzó la ruta, cruzó montes, valles, lomas y cañadas sin parar de maullar.
Pa’ la madrugada, Eljóta Suárez golviendo pa’ las casas, medio cansau y con una ronquera de aquéllas, soliloquiaba:
- ¿No haberá digo yo una menospausas pa’ esta custión de lobizonear? – agarró y fue y pensó -. Porque de no, cuando cumpla los 50 viá tener que dejar el fóbal.-