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Divertido, algo culto, familiero, siempre dispuesto a hacer reír a la gente. ¡Ah, y manya a muerte!!!

jueves, diciembre 23, 2010

MI AVENTURA POR ONIRIA

     


ME AGARRÓ LA PSG

La vida se nos ha ido inundando de siglas al mejor estilo american way of life, a tal punto que se corre serio riesgo de quedarse lo más tranquilo en casa cuando le avisan que el cónyuge se vio involucrado en un PCR, creyendo que le había subido un poco la proteína C reactiva, cuando en realidad se trataba de un paro cardio-respiratorio.


A diario uno es acribillado por los SMS (Stupid Masturbatory Sistem), los IRPF (Intentá Rajar Por el Fondo), el BROU (Banco Raudo en Ordeñar Uruguayos) y las ETS (Enfermedades Típicamente Socialistas). Las siglas se han apoderado de los usos y las costumbres de la gente, que ya cuando sale a la calle debe munirse del HQT, BDV, y el FCMA ( respectivamente: hola, qué tal – buen día, vecino – fijáte cómo manejás, animal!).


Y a mi me agarró la PSG.


Yo sabía que no era el que yo conocía, el París Saint-Germain, que es un cuadro de fútbol francés bastante bueno, en el que jugó el Enzo, por ejemplo. Cuando me dijeron que me la tenía que medir, pensé que a lo mejor era la Presión Sistólica Geróntica, pero al enterarme de que para la PSG tenía que irme a una clínica a dormir toda la noche, ¡zás, ya sé!!, es la Primera Sensación Gustativa, en ayunas y recién despierto.


Pero tampoco. Era una Polisomnografía, indicada porque últimamente me duermo en cualquier lado, ronco como un berebere macho en celo y parece que también a veces hago pausas, dejo de respirar un ratito, para alarma y beneplácito de los contertulios. No sé si alarma cuando dejo de respirar y beneplácito cuando arranco de nuevo, o al revés.


Uno supondría (yo suponía) que un estudio destinado a monitorear las posibles alteraciones y desvíos de la normalidad del sueño de un individuo, debería estar instrumentado de manera tal que no interfiriera con el curso habitual del paso de la vigilia al sueño ni con el decurso posterior del mismo.


Graso, grasísimo, grasientísimo error.


En la previa todo parecía fácil y sencillo: presentarse a la hora 21, ya cenado y dispuesto a dormir toda la noche. No se permiten acompañantes durante el transcurso del estudio, cosa que me pareció lógica, para qué Demóstenes un acompañante si te vas a pasar durmiendo todo el tiempo, pero además hay otra razón, que más adelante les contaré, para no permitirlos.


Por supuesto que fue imposible convencer a las mujeres de la familia de que perfectamente podía ir solo, hacerme el estudio y al otro día volverme a casa lo más campante y bien dormido. Así que allá aparecí a las 20:50 con mi hija, que llevó el paquete, lo entregó y se volvió.


Arrancamos con el interrogatorio acerca de filiación, antecedentes, medicación en curso, etc., muy completo y detallado, que nos insumió unos 45 minutos. En parte por lo detallado, pero más porque uno pensaría (yo pensaba) que existiría un formulario con toda la requisitoria ya detallada para ir llenando paso por paso. Nuevo error obeso: la pobre licenciada iba anotando en una hoja A4 con su letra menuda y parejita, pero para mi sorpresa lo hacía por sectores. Empezó arriba, como cualquiera que anota en una hoja, pero iba dejando espacios a los que volvía luego rellenando con mis respuestas a las preguntas que se le iban ocurriendo sobre la marcha. De ahí deduje que el formulario sí debería existir y, una de dos: o se le habían terminado, o estaba en etapa de prueba sin imprimir todavía y lo llenaría después. Cuando terminamos me di cuenta de que no habíamos terminado, porque me sugirió que me fuera metiendo en la cama – previas gestiones que uno realiza antes de meterse en la cama – mientras ella pensaba y si se le había quedado alguna pegunta en el tintero me la hacía después.


Y ahora viene lo bueno. Con el fin de que los registros de mi actividad durante el sueño fueran diversos y ajustados (algunos eran realmente apretados), una vez que gestioné y me acosté, la rubita procedió a colocarme, a saber dos puntos


- 2 ó 3 electrodos en cada pantorrilla, para saber si uno es de los que cuando se duerme, patea.


- Todos los electrodos para registro del electrocardiograma, que como todo el mundo sabe son unos cuantos, entre tórax y miembros (no, sólo superiores e inferiores, ese se salvó).


- Un cinturón de esos tipo riñonera a la altura del ombligo y otro igual a nivel del tercio medio del esternón, para registrar la respiración abdominal y torácica (estos eran los apretaditos). Y aquí me di cuenta por qué no se permitían acompañantes: para no tener que ponerme, además, el de castidad.


- Todos los electrodos para registro del electro-encéfalograma, que como todo el mundo no sabe y yo tampoco, son muchos más, como 12 y sobre el cuero cabelludo, sujetaditos como toooooodos los anteriores con su respectivo pedacito de leuco.


- Y bueno, finalmente, unos 517 electrodos hábilmente diseminados sobre toda la fisonomía del que suscribe, para registrar la actividad muscular facial, incluyendo un bigote de alambre que debe haber sido algo así como el del Inspector Clouseau. Cada aplicación precedida por la respectiva refregadita de algodón con alcohol – “aprete el ojo, no le vaya a entrar alcohol” me dijo la guacha de mierda mientras me incrustaba uno justo donde se juntan los dos párpados del lado de afuera – y seguida del respectivo pedacito de leuco.


Cuando la GM, volviendo un poco a lo de las siglas, me preguntó para que lado dormía, ahí me invadió el temor de que no me hubiera fijado y me habían dado hora para el 28 de Diciembre. ¿O me habría agarrado una metástasis de Tinelli en el Uruguay? Le respondí que para los dos lados, y creo que no le agregué como todo el mundo para que no creyera que la estaba tratando de burra. Pero resulta que la GM estaba programada para que le dieran como respuesta derecha o izquierda, no le introdujeron la opción ambos. Para lo que tampoco estaba programada era para decirme que de eso dependía de qué lado enchufaba todo el cablerío, que parece que es cortón y por eso no acepta la opción ambos. Como tuve que optar por una, le dije izquierda por supuesto, y allá fueron todas mis conexiones. Con la consecuencia que más o menos en el canto IV de mi Odisea personal, cuando me di vuelta para la derecha, porque ya se me estaban necrosando los glúteos y la piel sobre el trocánter izquierdo, apareció la GM como pelado sin lengua a reconectarme todos los desenchufes que provocó mi incomprensible actitud.


Bueno, les ahorro la secuencia paso a paso de lo que fue el tratar de dormir en esas condiciones. Sólo espero que a lo mejor algún día Spielberg lea esto y me compre los derechos para la superproducción “Hell down south: PSG!!” Cuando la den, les recomiendo especialmente la escena que comienza cuando la GM – la otra, porque a la 1 y 30 cambiaron – entra cantando “A desalambraaar, a desalambraaarr!!” y arranca uno por uno los 6553 pedacitos de leuco sitos en términos generales sobre las zonas pilosas más prolíficas del berebere macho, al que se le fue el celo hace horas.


Y la frutilla: el resultado lo va a tener en un mes aproximadamente, nosotros le avisamos cuándo puede pasar a retirarlo. Estoy seguro que van a pedir una prórroga, no creo que vaya a ser nada fácil interpretar el rayerío que debe haber quedado en esas condiciones.






PD: ¡Ah!, las preguntas que efectivamente se le habían quedado en el tintero a la GM1, me las hizo la GM2 antes de desalambrarme, a las 6 menos cuarto de la mañana y yo con un sueño que estoy seguro le contesté cualquier cosa.


Y volviendo a las siglas, no se distraigan que se viene el P.S.I.!!!!






martes, diciembre 21, 2010

¿POR QUÉ SÍ, Y POR QUÉ NO?


Ayer viví una experiencia muy esclarecedora sobre un tema que me viene preocupando hace tiempo.
Estaba en la feria y uno de los feriantes comenzó a llamar los números para atender a sus clientes en el correcto orden de llegada. Sucede muy frecuentemente que la gente saca número y se va a hacer otros mandados, o simplemente lo tira y se va cuando se da cuenta que le falta mucho para ser atendido, o vaya a saber cuántos etcéteras más. La cuestión es que el feriante arrancó en el 92 y llegó al 96 y nadie gritó ¡bingo!. Lógicamente, al no obtener respuesta iba pasando de número cada vez más rápido, hasta que cantó el 98 y apareció una señora con el 96 diciendo ¡yo, acá, acá!, muy alarmada por el temor de quedarse afuera. Y bueno, la duda filosófica que se me generó fue si él se había apurado o la señora se había demorado.
Y creo que eso es lo que sucede con la EP y el OT. ¿Por qué todo el mundo habla de la frecuencia, la molestia y cómo combatir la EP  y nadie le da bola al OT? ¿Dónde están establecidos los tiempos medios normales, con sus respectivos rangos en base a 3 desviaciones standard de la media, para establecer fehacientemente que una E es P y un O no es T?
En efecto, damas y caballeros me estoy refiriendo a la eyaculación precoz y al orgasmo tardío, que también existe pero nadie habla de él. En cambio a la EP le dan como en bolsa, la usan hasta para publicidad de desodorantes - qué joraca tendrá que ver- y hasta le hicieron un tema musical, aquél de "si me voy antes que vos..."
Me parece que es válido hablar de EP si el pobre tipo no llega a la penetración y ya se enchastró todo, y bueno también si no llega a los 15 segundos, pero de ahí en más no hay que yo sepa ningún consenso si deben ser 1,2,5,10 ó 5677 minutos.
Claro, lo ideal sería que en todos los casos la E y la O coincidieran cronométricamente, cosa que en principio no parece fácil, pero insisto en que hay que incluir al OT en el problema.
Las causas de la EP ya han sido muy trilladas: dejando de lado problemas orgánicos, que parecen ser los menos frecuentes, está la iniciación sexual con prostitutas, que si bien fue más frecuente en generaciones anteriores, sigue existiendo, y ya se sabe que esas buenas señoras se las ingenian para que la prestación sea lo más rápida posible para dejar lugar a un nuevo promitente empleador. Se debe considerar además el machismo imperante en nuestra sociedad, que pese a los movimientos feministas no ha perdido su preponderancia, y  que hace que los gurises cuántas más marcas le hagan a las cachas de su pistola - una por muerto, como en el lejano Oeste - se tomen el asunto como una cuestión de vida o muerte, y cuando llega el momento de alcanzar el certificado para la nueva marca se exciten de tal manera que no permitan la cronometría de que hablábamos. Y que además no les importa un carajo, un bledo, un ardite ni ninguna de esas plantas, lo cual constituye otra causa más que abona en el mismo sentido.
Ahora, en cuanto al orgasmo tardío también tiene sus bemoles. Y hasta becuadros, si uno escarba un poco. ¿Por qué las mujeres pueden, y casi siempre son, demoronas? Lo mismo que para la EP, las causas orgánicas quizás son un poco más frecuentes: el miedo a la desfloración, la desfloración en sí, la falta de preparación previa, etc. Eso abarcaría la iniciación. Pero, después, ¿por qué siguen siendo demoronas?
Y, lo mismo que con el pobre EP, las causas son por mala educación sexual: falta de comunicación parental,  maternal sobre todo; aprendizaje tortuoso y desviado por intercambios con adolescentes de la misma edad e ignorancia; temor al embarazo por no saber cómo evitarlo con seguridad; y en especial por falta de conversar del tema con su pareja, explicándole previamente que si me duele la cabeza no, que por supuesto ni se te ocurra que me vas a ver desnuda, así que al oscuro o apenas una lucecita indirecta, que de mañana ni te sueñes porque no rindo, a la siesta menos porque si quedo embarazada el nene va a  ser bobo, y siempre bien calladitos porque las paredes son un papel y los vecinos se van a enterar de todo.
¿O no?
O sea, que como siempre, la cosa pasa por la falta de comunicación. Porque pese a la proliferación de las redes sociales, Internet y todos los tentáculos de la globalización, hay tópicos que siguen siendo tabú.
Y no quiero hablar, no, por favor, no insistan porque no voy a decir nada acerca del papel que le cupo, le cabe y le cabrá en este asunto a la Santa Madre Iglesia con sus Inquisiciones y sus Papas retrógrados y sus curas impresentables. Amén.

COMENTARIOS

natalia B.
natibecurti@gmail.com
186.48.27.76
buen análisis!!! cuánta sabiduría!!!
pero, yo digo…quien te corre??? cual es tu apuro???
porque lo del EP es un problema, la fiesta se hace corta, con gusto a poco (umm mala elección de palabras…) pero lo del OT, te da muchas alternativas y posibilidades para desatar la imaginación y la creatividad! ….no lo veo taaan grave, a menos que tengas realmente poco tiempo, o poca paciencia! vaaamosss……


sebinamar
ibsen.rama@comef.com.uy
186.49.47.152
Bueno, vamos por partes, como dijo Jack.
1) Lo de cuánta sabiduría me huele a cargada, pero en fin…
2) A mi personalmente no me corre nadie, entiendo que fue una forma algo lateral de expresarte.
3) Ambas cosas son un problema cuando son extremas. Si el OT se produce cuando uno mientras tanto ya se vio el trasnoche de HBO no me podés negar que la carga emocional debe andar a la altura de una pila AAA usada.
4) El famoso lapso para la isocronología está en razón inversa a la magnitud del goce sexual alcanzado. O sea que el EP, dentro de su limitación egocéntrica, disfruta mucho más que el OT.
5) No estoy defendiendo al EP, sino marcando que es el chivo expiatorio y no se hace tanto hincapié en el OT, cuando debería actuarse sobre ambos.
6) Esto daría para un mayor intercambio de opiniones y posturas (creo que lo de las posturas podría mejorar muchos aspectos), quizás hasta con algún ejercicio teórico-práctico incluido en el tratamiento del tema. A las órdenes.

NIÑEZ SEMIANECDÓTICA

     Esto lo escribí para un concurso de cuentos de la C.J.P.P. Universitarios hace algunos lustros. Obtuve un honroso quincuagésimo tercer puesto entre 47 concursantes. Insisto con él para que vean lo malos que pueden ser los jurados - hubiera preferido el del Bailando -, para mi que lo que habían jurado era hundirme.

                                             



ARTIGAS F.C. 

     Mi infancia son viñetas de un pago de campaña… lo que significa poca variedad y muchísima riqueza vivencial. Contaba yo tres añitos cuando nos mudamos allí, aquel verano implacable que se hiciera luego célebre por la sequía récord en mucho tiempo.
     Estábamos quizás a no más de 50 kilómetros de distancia en línea recta de la cefalópolis, pero para llegar a ella mediaba todo un periplo: pedir a un vecino que nos arrimara en charret hasta la ruta y esperar el ómnibus que pasaba -con suerte – dos veces por día. En él llegábamos a la capital departamental, y allí sí, tomábamos el definitivo 2-A. Calculando, con optimismo, 6 a 7 horas de viaje.
      La casa era linda, amplia, con todas las habitaciones de 5 x 5 x 5. Por ejemplo, era una gloria el baño, con el piso embaldosado parejito, en el que con mi primo Dardo (que en las vacaciones venía a pasar unos días en casa) nos enjabonábamos bien las nalgas y sentados en el suelo con las rodillas dobladas al máximo y los pies contra la pared, pegábamos un envión hacia atrás jugando carreras hasta la pared de enfrente. Los tales campeonatos de traste enjabonado nos mandábamos. Por supuesto que no había agua corriente ni luz eléctrica, pero eso ¿a quién le importaba? Y pegadita a la casa, pared con pared, estaba la escuela. Porque el motivo de nuestra presencia en el lugar era que mi madre, maestra fresquita recién recibida, había elegido la dirección de esa escuela, la Nº 62 de Barra del Timbó, y por tanto irse a vivir en ella, dadas las dificultades del traslado cotidiano.
     Los gurises llegaban a las diez, a las doce venía el almuerzo-recreo hasta la una y de nuevo a clase hasta las tres de la tarde. En el mismo predio y paralelo al camino teníamos el “potrero”, un campito con un pozo en un extremo y varios árboles en el contorno: recuerdo algunos paraísos, dos higueras de higos negros, una de higos rojos y otra de blancos, una morera, y por supuesto el eucaliptos del fondo, majestuoso, imponente, con su habitual y densa población de cotorras, algún carancho allá arriba del todo y hasta alguna cueva de comadreja en la base del enorme tronco, panzón de un lado como un embarazo de 7 meses.
     Y en el medio del potrero, como no podía ser de otra manera, la canchita. Es decir, un descampado suficiente para jugar a la pelota, sin arcos ni líneas demarcatorias, todo bien dejado a la libre imaginación, en el que los escolares hacíamos nuestras primeras armas futboleras.
     Allí, por lo que ya vimos, el diario nos llegaba un día sí y otro no, y los domingos siempre no,   por lo que las reyertas familiares -en especial con mi padre- alcanzaban su máximo cada dos fines de semana, cuando se juntaban 4 diarios para leer los resultados deportivos. Me deleitaba con aquellas fotos con la línea punteada arrancando en el pie derecho de Raúl Schiaffino, que pasaba entre rivales y compañeros (Paz, Pini y Arrascaeta, “solito” Ortiz, Chirimino, el “arquitecto” Villadóniga) y llegaba hasta la pelota en el fondo del arco. Me sabía de memoria las principales alineaciones de los diez cuadros de la A, y creo que también de algunos de la B. Con la pelota de tenis que me había regalado mi primo Omero -cuando el tío Nicola lo anotó, en el Juzgado le dijeron que iban a eliminar la hache inicial del idioma, así que para qué Homero – me iba a la canchita, formaba a Peñarol de un lado y a cualquier otro enfrente, propinándole por turno goleadas infernales. Así por años, y sólo una vez se me complicó un partido -contra Danubio, recién ascendido- que casi nos empata.
     Así comenzó mi pasión por el fútbol,  estimulada por  una niñez solitaria  y pocas  oportunidades   de diversión, pero con la cual naturalmente tuvo mucho que ver mi padre, quien, ya frisando los cuarenta y algo, no podía olvidarse de que había sido socio fundador y “centrofóbal” de Bella Vista por los años 20.  Según él,  había perdido la titularidad cuando vino al  club un jugador que luego fue Campeón Olímpico con la celeste y del cual se hizo muy amigo, al punto de que en el 28 el Sr. José Nasazzi le trajo de Colombes, como regalo de casamiento, el juego de porcelana de Limoges que poníamos cuando venían visitas.
     Y quizás un cierto grado de frustración de su parte lo llevó en aquel lugar a promover, instituir y dirigir al Artigas F.C. Como estaba desocupado y todavía no tenía vigencia la triple M (Marido de Maestra Mantenido), empezó a frecuentar el almacén de Mayo y Perdigón que quedaba a pocas cuadras de la escuela. Se ofreció como empleado por su experiencia en el ramo, ya que además de ser cliente asiduo de los boliches tuvo un comercio similar antes de mudarnos. 
     Y finalmente lo aceptaron. Así se relacionó con los habitantes del pago por doble vía, el almacén y la escuela eran casi los únicos focos de intercambio social. Su contacto con la población masculina joven, sus antecedentes y la necesidad de algo más que las bochas y la caña para pasar las tardes de domingo fueron fermentando la idea.  Y en la primera oportunidad en que alguien se arrimó a  la capital,  se mandó  comprar  una  Nº 5  con  su  correspondiente pasatientos. Un tiempo después las camisetas mitad azul y mitad rojo... luego los pantalones blancos... Y así nació el Artigas F.C.
     No recuerdo que de allí haya surgido ningún fuera de serie que motivara a la fauna periodística a reiterar lo del inagotable semillero que constituye nuestro fútbol chacarero. Pero en su microambiente el Artigas tuvo su esplendor, y con mi padre de “centrofóbal” y D.T. llegó a ser prácticamente invencible en su terreno de juego, el campito anexo al almacén de Mayo y Perdigón.
     Claro, era casi el único cuadro que había. Los rivales habituales y clásicos por lo únicos eran los de Las Glicinas, más allegados a la escuela Nº 52 de Paso Amarillo. Ellos también formaron su equipo en seguida y como reacción a la aparición del Artigas, pero no tenían cancha, y ése fue durante mucho tiempo su argumento para justificar las sucesivas derrotas: “Tá bien, nos ganaron otra vez, pero cuando téngamo la canchita de nosotro propia van a ver”.
     Resultó que la concreción de este anhelo del Defensor de Las Glicinas fue todo un ciclo de   estrategias y diplomacia agrícola. Don Calisto Percovich tenía un pedazo de campo bastante desparejo, con mucha chirca, pero factible de allanar y acondicionar como cancha de fútbol. El Flaco Eleuterio, su sobrino, fue el más entusiasta promotor del Defensor, jugaba de “centrojás” y era prácticamente el dueño del cuadro. Con mucha paciencia, mucha labia y algún arrumaco -muy macho, pero arrumaco al fin- logró luego de unos cuantos meses de esfuerzo convencer al tío de que un par de partidos por mes no le iban a arruinar el pasto que tenía reservado para sus vacas.
     Y no bien don Calisto dio el sí,  fue todo uno.  En un santiamén se arrancaron las chircas  y todos los yuyos, se tapó alguna cueva de mulita, se marcó la cancha con lo que se pudo y se trajeron cuatro varejones de eucaliptus bien derechitos para los palos de los arcos. ¿Cuatro? Y sí, en realidad se precisaban seis,  pero el monte de Texeira era el único cerca  y  el apuro no dio para  más.
     Eleuterio resolvió rápidamente el problema: los varejones por suerte son largos, los enterramos bien y les ponemos unas piolas del tío bien tirantes de travesaño y santas pascuas. El ansia por la revancha de local era tal que no se podía perder tiempo en detalles superfluos.
     El tan esperado encuentro se pactó para un domingo de junio bastante frío pero soleado. Allá marchamos en el Ford T de mi padre y en la Chevrolet ’24 del vasco Harretche, “entreala” derecho y crack del Artigas. Eran unas pocas leguas, pero los caminos de tierra y alguna parada por recalentamiento de radiadores hicieron que llegáramos con el tiempo bastante justo para el partido. 
    Y para peor, no bien llegamos empezaron los cabildeos. Resulta que mi padre era el integrante más temido por los rivales, pero como su estado físico no era el ideal, acostumbraba jugar sólo el segundo tiempo, aprovechando el cansancio de los contrarios. Por otro lado, el Artigas tenía cierto plantel como para hacer cambios, y el Defensor tenía once justitos. De ahí que la imposición de los locales era la de jugar sin cambios, si el “máistro” (mi padre) quiere jugar, que juegue, pero todo el partido.
     Por fin,  luego de muchas idas y venidas,  incluso con amenaza del  Artigas de volverse sin jugar, se aceptó la tesitura del Defensor y se jugó sin cambios. El “máistro” se decidió por quedarse afuera a dirigir y dio comienzo la brega. Ni que hablar de juez ni líneas, todo se cobraba de común acuerdo, así que las demoras por protestas y diferendos estaban a la orden del día. Siguiendo las instrucciones de mi padre, el vasco Harretche buscaba, siempre que tenía la pelota, el sector izquierdo de la defensa contraria, donde los marcadores eran proclives a irse al bulto y se comían todos los amagues, que eran el fuerte del vasco. Y así fue que casi al final del primer tiempo, con el sol ya bastante bajo, el ídolo del Artigas entró solito al área, cambió hacia la izquierda donde venía entrando el colorado Clavijo (monteador él, uno noventa y pico de alto) que sacó un tamangazo de derecha inatajable. Con decir que la pelota cruzó apenas por debajo de la soga-travesaño, pasó por encima de lo de Don Calisto y hubo que ir a buscarla a la cañadita donde aguaban los animales.
     Para el segundo tiempo la orden fue aguantar y tratar de no cometer infracciones cerca del arco, porque el Eleuterio también gozaba de una patada de mula y le pegaba bastante bien. Todo iba a pedir de boca para el Artigas, manteniendo el uno a cero con uñas y dientes, hasta que ya a poco del final, la Anguila Pérez, puntero del Defensor, bastante poco dotado técnicamente pero muy rápido y escurridizo, fue levantado en  vilo de un patadón por el “back” izquierdo del Artigas, cuyo apelativo se me escapa, quizás por el hecho de que no volvió a jugar nunca más.
     Era la gran oportunidad para el Defensor, por lo menos de empatar y salvar el honor en su cancha. No sólo por las dotes del Flaco Eleuterio, sino porque el sol ya se había puesto hacía un rato, estaban entre dos luces y eso dificultaba las cosas para el golero, Robatti, que normalmente usaba unos lentes tipo culo de botella. Los intentos de algún cararrota del Artigas (¿acaso del “máistro”?) argumentando que había sido técnico y que no valía directo fueron infructuosos.
     El  Eleuterio  colocó  despacito  la  pelota  arriba  de un cogollito saliente del espartillo recientemente cortado,  retrocedió cinco o seis pasos,  se persignó,  arrancó  hacia adelante como si hubiera sido a inyección,  y sintiendo que desde esos montes y  cuchillas  cuarenta generaciones  de Percovichs  lo contemplaban,  le pegó al balón un furibundo derechazo al palo del golero, confiando en su destreza y en la vista del otro.
     Y cuando levantó la cabeza, ya insuflando toda su capacidad  vital para el grito de gol, lo que vio le heló la sangre  en las venas:  la soga-travesaño había desaparecido,  y  al  lado  del  palo del golero, subido en una escalera, el tío Calisto acababa de desatar la piola anunciando que “lo siento muchachos, pero se acabó el partido porque es tarde y tengo que atar las vaca' pa’ ordeñarlas”.-

¡SOCORROOO!!!

¿NO SE LES (NOS) ESTARÁ YENDO LA MANO?

     Sí, yo entiendo, Tschaikowsky, Saint-Säens, Wilde, García Lorca, Capote, Sting, Rock Hudson y vaya a saber cuántos más, eran… pero que quieren, a mí me sigue costando.
     Estoy seguro que es un problema vinculado a mi niñez. A ver si me puedo explicar.
     No sé si lo saben, pero lo mío es el humor. Considero que hacer algo que logre arrancar una simple sonrisa o una franca carcajada de un ser humano es una obra tan divina como pintar la Mona Lisa, componer el Lago de los Cisnes, o hacer un gol amagando cabecear, dejarla pasar y cuando va cayendo, meterla de taco.
     Por eso soy devoto de Les Luthiers, de Juceca y de Marciano Durán, así como lo fui de los hermanos Marx, el Gordo y el Flaco, Chaplin, Buster Keaton, Giovanni Guareschi, Camilo José Cela y otros monstruos por el estilo. Y de niño, con sólo la radiofonía - exclusivamente AM - a mi alcance como entretenimiento, de Pinocho y su libretista Wimpy. Recuerdo aún los miércoles de noche, creo que a las nueve en la Carve, en que era toda una religión en el hogar ponerse a escuchar los mil personajes sucesivos o simultáneos que era capaz de recrear Marecco antes de transformarse en argentino.
     Con los años, ya liceal, cayó en mis manos “El gusano loco”, una imperdible colección de pincelazos sobre el ser humano común y corriente – “el tipo” –, escrita por Arthur N. García, alias Wimpy. Debe ser difícil de conseguir ahora, pero se los recomiendo.
     ¿Vieron esa frasecita que aparece en muchos libros al principio, en el medio y a la derecha de una página totalmente en blanco, y que trata en general de compendiar lo que va a seguir? Sí, ya sé, tiene un nombre - que no es prefacio, ni acápite, ni introito – pero no me acuerdo cuál y no tengo ganas de meterme en la web a ver si lo encuentro. Así que prosigamos, porque nos va a agarrar Navidad sin redondear el concepto.
     Bueno, en “El gusano loco” la tal frasecita era “Homo sum, nihil humani a me alienum puto”, que de entrada me llamó un poco la atención, pero al estar escrita en extranjero, la dejé ahí. Otro envejecimiento parcial me llevó a enterarme, ya con algún conocimiento adquirido de francés e inglés, que el autor de la misma fue un tal Terencio, comediógrafo romano que vivió unos años A.C. (con lo cual se perdió un argumento genial para una comedia de novela). Y que la frasecita en cuestión quería decir “soy hombre, y nada de lo humano me es ajeno”.
     Ahora bien. Sin saber un pomo de latín, cualquiera se da cuenta que homo es hombre, sum soy, nihil nada, humani humano, a me a mi, alienum ajeno… ¿Y puto?
     ¿Qué carajo hace el puto ahí? Porque no me van a decir que sin el puto le cambia el significado a la frase!            Luego de prolongados análisis, llegué a la siguiente conclusión.
     Terencio, o sus traductores o transcriptores, se comió (mieron) una coma entre el alienum y el puto. O sea, Terencio manifestaba su filosofía y modo de pensar a su interlocutor, tratándolo de puto. Cosa que no estaba mal, eso era moneda corriente en la época y no hay que tomarlo como un insulto. Pero eso sí, un puto no se da en la naturaleza en forma aislada, como por ejemplo un árbol, una butifarra o un áscaris lumbricoides, que no necesitan otro igual para ser lo que son. El puto, así como el tornillo no es tal sin la tuerca, o el peldaño no lo es sin la escalera, o el marido sin la bruja de la mujer, necesita imprescindiblemente de otro puto para cumplir con su condición de tal, incluso para saber si realmente es puto.
     Y no me digan que no es altamente sospechoso que este puto tuviera tanta confianza con Terencio, al punto que éste le confiara sus intimidades.
     Ergo, Terencio también era puto. Y por lo tanto, mentía, no era tan homo sum como decía.
     Pero claro, todas estas elucubraciones e ilaciones tan lógicas, sesudas y aparentemente sólidas de mi adolescencia sucumbieron hace poco por culpa de mi sobrina Agripina. Resulta que Agripina me llamó un día para contarme que estaba haciendo un curso de profesorado de Idioma Español, y que entre las materias curriculares estaba aprendiendo latín. De inmediato le pregunté si no se lo habrían puesto sólo a ella, por culpa del nombre, porque a quién se le podía ocurrir enseñar latín en pleno siglo 21, si hasta las misas ahora las dan en cumbia villera.
     Pero parece que no, era un castigo colectivo.
     Y bueno, entonces le planteé mis dudas acerca de los putos latinos, si me podía averiguar qué había pasado con Terencio y su amiguito. Y la requisitoria de Agripina me enteró de que puto es un giro del latín que viene a querer decir algo así como “siento que”, o “creo que”, o “estoy casi seguro que”. Como que el que habla no lo hace en forma pragmática sino dejando lugar a la discrepancia, o por lo menos, a la tela de juicio.
     O sea que mi teoría, como tantas otras basadas en argumentos sólidos e irrefutables, se fue al carajo. El puto era un giro verbal y no un adjetivo sexual.
     Capaz que no me pudieron seguir y se perdieron puto, pero lo que yo quería dejar sentado es que ya desde mis primeros años de vida, más bien desde que agarré “El gusano loco” y lo empecé a leer… tengo problema con los putos.
     Estoy de acuerdo con la OMS en que no es una enfermedad. Tampoco un defecto o minusvalía, como por ejemplo una renguera. Porque el rengo - o cojo - lo que tiene es que camina diferente, y los putos lo que hacen diferente es… bueno, otra cosa.
     Si uno se atiene a los argumentos que ellos esgrimen en su defensa, no deben ser discriminados por tener simplemente una sexualidad especial, diferente de la heterosexual, digamos desorientada. Lo cual nos va a obligar a ponernos a considerar que deberemos aceptar a los pedófilos, zoófilos, necrófilos, gerontófilos, y a poco que escarbemos algo, a siderófilos, churrascófilos y maderófilos, sin ir más lejos. 

¿No se les (nos) estará yendo la mano?

     Y tengo más razones de peso para que me cueste tanto abandonar mi homofobia. Como fanático del humor, por ejemplo, debo elevar mi más enérgica protesta contra la normalización, cotidianeidad y naturalidad de la putez, porque nos estaría privando de un motivo precioso para la concreción de situaciones risibles. Resulta que ahora no se pueden hacer chistes de negros porque sos racista, ni de gallegos o judíos porque sos xenófobo (que no duele, pero queda feo), ni de humor negro porque sos cínico, ¡y ahora tampoco de putos porque sos homofóbico!! ¿Se dan cuenta que por culpa de los putos están poniendo en peligro de extinción nada menos que a los humoristas?!!

¿No se les (nos) estará yendo la mano?
     ¡Volvé, por favor, Roberto Barry!!
     En fin, voy a fundar en el féisbu el grupo “¡Quiero dejar de ser homofóbico y no puedo!!”. Si me siguen unos cuantos capaz que podemos fundar los HHAA, que buena falta les haría a muchos concurrir.
     ¡Ay, el timbre!! ¡Debe ser el Gonchi y yo todavía sin bañarme por escribir estas pavadas!!

                                                                    COMENTARIOS
varias cosas:
-me rio como loca frente a la pantallita, menos mal que nadie me ve
-ahora entiendo el origen de una frase que decía mi abuela y me divierte mucho usar cuando alguien decide hacer algo: “fulanito reputó procedente hacer tal cosa” . No me digas que no es buenísima.
-lo de tu homofobia es una desilusión! no lo esperaba de ti :(
NO PARES DE ESCRIBIR, TE LO RUEGO!!!
un beso
“Agripina”
anacristinarama@gmail.com
186.49.151.112
Me he divertido desde el principio hasta el final, y sigo tentada.
El textito que se pone al principio, que es cita de otro autor, se llama “epígrafe”. Muy recomendables los de “Rayuela” de Cortázar.
Viste que en determinadas profesiones es más común encontrar homosexuales que en otras: por ejemplo en el rubro enfermería… bueno, te diré que ¡en docencia está lleno!
En el trato corto me resultan simpáticos (observa que digo “simpáticos” y no “simpáticas”), debe ser esa parte femenina metida en un envase masculino que los hace encantadores… si el trato es más largo, ahí te pueden agotar con sus persecuciones, histeriquismos y obsesiones. Ahora con mujeres homosexuales no he tenido mucho trato, generalmente son más imperceptibles. Este año tuve una profe que además se travestía, luce como un muchachito vestido a la antigua. La primera clase que tuvimos me miraba mucho, yo pensé que era por mis buenas intervenciones, pero mis compañeras dudaron (de mis intervenciones y de la intención de su mirada) y me estuvieron cargando un buen rato con que ya tenía el examen salvado… ¡pqlp! ¡Qué inhibición me generó! Luego hubo un encuentro al que asistió mucha gente (ella inclusive) y disimuladamente me escondía entre la gente para que no me viera y viniera a saludarme.
“-¡Hola! Me llamo Agripina y solo me gustan los hombres!”
PD: solo va sin tilde gracias a un nuevo cambio que propuso la RAE y que nos complica con nuevas reglas orto-gráficas.

Me encantó tu comentario, Crisagri, no sólo por haberte hecho reír (que es la idea del blog), sino por todo lo que decís (perdón, dices tú, os lo agradeceré toda mi vida), cómo lo decís y porque resulta estimulante para seguir con estas pavadas que se me ocurren y me sirven para tener los sesos funcionando y corriendo a patadas al alemán que estoy seguro que anda rondando cerca para entrar. Un millón de gracias y un millón de besos.
PD: perdón por el cambio de nombre, pero era la base para el latín como castigo individual o colectivo.
MARI TU NIETA
marirra1@hotmail.com
190.135.57.233
Genial. Como alguna vez dijeron tus ídolos, creo que ha estado usted reflexionando afuera del tarro…jajaja.
Gracias por entrar, Maria, por algo sos una de mis tres nietas favoritas.
No sé si adentro o afuera del tarro, es todo joda, la idea es hacer reír a alguien y creo que va saliendo. Besotes.

MUSICANDO

Hoy vamos con algunos de mis gustos musicales.

 

 
 
Ridículo quiere decir que causa risa. Este Sr. Yobuenhombre (o algo parecido) parece que estuvo por acá varias veces y como es lógico quedó encantado con Uruguay, pero este homenaje parece más una cargada que otra cosa. Véanlo y opinen. Les sugiero 20 gotas de Domperidona previamente.
 
Un video muy bueno que habla sobre la inmigración y los derechos humanos que no se respetan y el tema muy conmovedor
 
 
 
Trabalho de Filosofia Das Alunas Carolina, Renata e Brida.
 
 


The Old School Band playing St James Infirmary at Neuchatel in 1983 with Lillian Boutté, Doc Cheatham and Alan Frederickson
 

MEDITACIONES

Esto se generó en dos instancias.Uno de mis hijos, creo que el Joaco, me pidió que le hiciera un resumen de las  "Meditaciones" de Descartes. ¡Dios mío!! Jamás había leído una cosa tan infantil y aburrida, un eximio manejo de la lógica partiendo de las bases más absurdas imaginables. Ahora me pregunto si Descartes era el apellido del Renato o una calificación premonitoria del valor de su obra.
 Posteriormente Camila, una de mis 3 nietas favoritas (los otros 2 son mis nietOs favoritos) se graduó de profa de Filosofía, por lo tanto homenaje, fiesta y regalo correspondiente.
Bueno, y ahí se juntó todo, catalizado por mi habitual tacañería que me ha llevado a descubrir que el mejor regalo es dar algo, una parte de sí mismo, y no andar por ahí comprando zapatos, pimentones, collares, colgantes, Rollex,  Rolls Royces o pavadas por el estilo que andá a saber si al regalado le gustarán, si usa o ya tiene.
Y salió esto. A la Cami le gustó (¡pobrecita, qué otra cosa podía decir...!!!) y ahí va.

ALGUNAS MEDITACIONES SOBRE EL VASO

MEDIO LLENO O VACÍO
En los últimos tiempos he sentido en varias oportunidades que las personas se refieren a otras en cierta forma despectiva, diciendo “son los que ven el vaso medio vacío”, o por el contrario, loándolas porque son de las que “ven el vaso medio lleno”. Nuestro propósito aquí será hacer ciertas disquisiciones sobre lo que entendemos una elección poco feliz del ejemplo en cuestión.
En primer lugar quiero dejar sentado que mi opinión, si me muestran un vaso en tales condiciones, es que el vaso está por la mitad, o casi lleno (si está casi lleno), o casi vacío (si está casi vacío). Pienso que es lo más lógico inclinarse por la probabilidad más próxima en estos últimos dos casos, independientemente de si uno es optimista o pesimista, como se quiere inferir de la respuesta.
Ahora bien. Si la inquisitoria va acompañada de la pregunta a vos (o Ud., para no ser confianzudos) qué te (le) parece, ¿está medio lleno o medio vacío?, entonces entiendo que hay diversos criterios para encarar la respuesta.
Por ejemplo: ¿qué es lo más probable estadísticamente? ¿Cuántas y cuáles pueden ser las causas de cada una de las posibilidades? Intentemos estudiarlas lo más exhaustivamente posible.                                                                                                                                                                 
Un vaso puede estar semivacío porque:
-               Alguien está bebiendo su contenido lentamente, de a poco, como se hace habitualmente con las bebidas espirituosas para evitar agarrarse un pedo de novela. De todos modos, no está escrito en ningún lado que los vasos llenos haya que tomárselos todo de un saque, para no dejarlos medio vacíos y que venga alguien a preguntar si está semilleno o semivacío.
-               A ese alguien – el mismo de arriba, u otro – se le metió una mosca en la boca con el primer trago, y ahora está en el baño vomitando. Por eso el vaso está semivacío.
-               El Sr. Alguien ya iba en su sexto o séptimo vaso de lo mismo, se hartó y no lo terminó. Esta última instancia es muy frecuente en las fiestas como cumpleaños, bodas, bautismos, etc., que como el escabio es de arriboira todo el mundo se sirve como si fuera el último día de su vida y cuando termina el evento las mesas están llenas de vasos, esos sí, auténticamente semivacíos. Y algunos llenos del todo, sin tocar.
-               Últimamente, con el furor de la telefonía móvil, lo más probable que el Sr. Alguien haya dejado su bebida sin terminar porque el celular le sonó y tuvo que dejar todo lo que estaba haciendo por haberle surgido un problema urgentísimo imposible de postergar. Pobre Sr. Alguien, justo a él y en ese momento le toca la única llamada importante de las 400.000 al pedo que hace todo el mundo por día.                                                     
Y bueno, creo que hasta aquí llegamos, no se me ocurre otra causa de frecuencia y jerarquía relevante como para incluirla en este estudio. Si alguno de Uds. sabe de alguna otra le ruego comunicarse conmigo. Aunque, pensándolo bien, en el hipotético caso de que tal contingencia sucediese, seguramente no me faltarían argumentos para refutarla de plano, ya fuere por su irrelevancia o por estar comprendida dentro de alguna de las anteriores, de la que constituiría simplemente una variante. Así que más bien no se molesten. Igual muy agradecido, y sigan participando.
Ahora veamos las causas de por qué puede estar semilleno:
-               Se vació el recipiente con el cual se quiso llenar el vaso, ya fuera una botella, jarra, bidón, vaca, etc.
-               El Sr. Alguien, cuando le sirvieron, pidió que no se lo llenaran por algún motivo fundado (o infundado, pero había que hacerle el gusto).
-               Normalmente, por razones de etiqueta o lo que fuera, esa bebida no se sirve hasta llenar el vaso.
-               El dueño de la bebida está sirviendo a un invitado y es flor de tacaño.
-               El vaso es de esos que cuando uno lo inclina para tomar se chorrea todo –encima de uno, por supuesto - , así que al servirlo no se puede llenar hasta arriba porque se va a chorrear antes de tiempo y te arruina el chiste.
-               Al que lo estaba llenando también le sonó el celular. No hay caso, hoy andamos ligando mal.
-               El Sr. Alguien es descendiente directo de Cyrano de Bergerac, y si le llenamos el vaso hasta arriba corre serio riesgo de asfixia por inmersión.
-               Justo cuando el anfitrión estaba llenando el vaso hubo un corte de energía eléctrica y tuvo que detenerse para no desparramar todo el líquido por ahí.
-               También pudo suceder que le haya entrado una picazón brutal en la nariz, y, como ya lo dejó bien establecido Juceca, cualquier abombado sabe que no se puede servir líquido y estornudar al mismo tiempo.
-         El Sr. Alguien, casi inmediatamente que le empezaron a servir, manifestó que de esa bebida no puede tomar porque le cae mal, por lo que se suspendió el llenado casi en seguida de haber comenzado. Esta instancia es particularmente importante, porque un vaso con apenas un poquito de líquido impresiona más como casi vacío, y sin embargo, como pudimos ver, estaba a medio llenar. ¿Vieron, vieron que no se puede prejuzgar a nadie?
      Y bueno, yo que sé, es seguro que deben quedar múltiples otras causas, pero creo que estos pocos ejemplos alcanzan para dejar sentado que, estadísticamente, es mucho más probable que un vaso esté semilleno que semivacío.
      Sin embargo, si la persona a la que se le pregunta es relativamente culta y muy devota y amante de nuestro lenguaje, tan rico en expresiones idiomáticas, inmediatamente  les  va  a  decir, utilizando  un  criterio semántico,  que los vasos  están siempre semivacíos. ¿Y por qué? Sencillamente, porque la Real Academia Española sólo tiene la expresión semivacío, el término semilleno no existe en su diccionario, como me acabo de dar cuenta yo que cada vez que escribo semillero el alcahuete del corrector del Word me lo cambia por semillero. El último lo dejé sin corregir para que se pueda comprobar la veracidad de mi aserto.
        Podría argumentarse que tal cosa se debe a que los integrantes de la RAE son todos una manga de viejos amargados y pesimistas, lo cual me parece insostenible. De ser así, las definiciones de términos tales como alegría, buenaventura, felicidad, euforia, etc. serían algo así como “situación del ánimo o estado espiritual opuesto o contrario a la tristeza, infelicidad, depresión…” o algún otro etc. Y no ocurre tal cosa.
       De manera que si se encara la requisitoria con otro criterio, la respuesta va a ser exactamente la inversa, con un giro de 180º. Y lo más probable que si investigamos otra cantidad de nuevos criterios, que sin duda los debe haber, vamos a encontrar razones para que las respuestas varíen en 90º, 45º y aún en 137º 55’ 17’’.
       O sea que, como lo decíamos al comienzo, ha habido evidentemente una mala elección del procedimiento para calificar a las personas como optimistas o pesimistas. Si a mi me designaran para investigar tal cosa, primero les diría que  busquen a otro, porque a mi no me importa un carajo si las personas son pesimistas u optimistas,  que se jodan los  unos  y  los otros.  Ahora,   si del hecho devengara algún logro personal (por ej.: una colección de fotos de Benjamín Franklin sobre fondo verde), aceptaría el desafío y buscaría otra manera de hacer el sondeo.
Como por ejemplo, preguntar la edad de la persona, e inmediatamente, cómo se siente en base a esos años vividos. Si la persona se refiere a sus experiencias positivas de vida, sus logros, los hitos que han ido marcando su crecimiento existencial, se podría ubicarlo con los optimistas. En cambio, si contesta como mi amigo el Tito Sclavo “y que quiere, yo ya estoy más cerca de la lira que de la guitarra”, el tipo no hay duda que es del otro cuadro.
O bien en la mitad de un viaje preguntarle cómo va, a ver si se refiere a todas las cosas nuevas que ha ido conociendo o putea porque todavía le faltan como 800 Km para terminarlo.
En fin, no dejarán de reconocer que estas meditaciones, como toda empresa de la mente humana que trata de explorar los misterios de su propio funcionamiento, no deja de ser una inmensa  e irresponsable pelotudez, ¡qué cosa más al pedo, por Dios!!
¿Nolespa?
Bah, me voy a reponer el whisky, que tengo el vaso semivacío.


                                                Este libro no se terminó de imprimir.
   Al autor en cualquier momento se le ocurre alguna otra pelotudez de similar calaña
                                                                Y se la agrega.
                                                        ¡Qué le vamos a hacer!