YO, EL EXÉGETA
No, no, señora. A ver, lea bien,
está todo junto. No es lo que usted cree. Usted acaso piensa que este semblante
subyugador que poseo y estas facciones dignas de Apolo ( o más bien de Aquiles,
porque el Apolo me parece que era medio maricón) que adornan mi frontispicio
facial son la obra de alguna cirugía que me hubiere practicado, y por eso ahora
me dicen el ex-jeta.
Pero nada que ver. Me quedé pensando,
con respecto a las cirugías cosméticas. Se debe decir realizarse, hacerse, practicarse,
o someterse a? Y los brujos o hechiceros
de mi tribu, ¿las hacen, las realizan, las practican o las perpetran? Creo que
la opción debe ser variable según los casos, los cosos que la hacen, y los
resultados, porque suelen verse casos en que las cosas parece que los cosos las perpetraron. O las practicaron pero sin haber practicado lo suficiente.
¿Realmente pagaste por eso? |
Pero no era de eso que yo quería
hablar, fue una digresión que me surgió en el momento y quise compartirla con
ustedes. Si alguien desea comentar algo al respecto, déle nomás, yo estoy todos
los días en casa.
Yo quería referirme a mi como
exégeta. Por si no lo tienen claro – yo tampoco lo tenía, así que me fui hasta
el DRAE -, exégesis quiere decir explicación o interpretación. De lo que sea,
así nomás, por encima de la ropa. Creo que a los muchachos de la RAE les faltó
agregar “… de algo que no está muy claro”, o algo por el estilo, porque así a
secas, da lugar para que alguien diga por ejemplo, que la mejor exégesis del
Concierto Nº 1 de Brahms para piano y orquesta es la de Bruno Gelber. O bien: a
ver, dígame su exégesis de por qué su hijo me rompió el parabrisas del auto de
una pedrada.
Yo que sé.
De cualquier manera me felicito
por haber elegido bien el título de esta charla, ya que esto va a versar sobre
interpretaciones o explicaciones acerca de ciertos pasajes de ese famoso
best-seller de todos los tiempos. Ese mismo, sí, adivinaron: la Biblia. Que no
me van a negar que tiene muchos que no son nada claros, por no decir creíbles.
Y muchos otros que brillan por su ausencia porque no convenía mucho ponerlos.
Por ejemplo, a ver. La última
cena. Cuando Jesús, luego de la cuchipanda anuncia a sus apóstoles que uno de
ellos lo traicionará y lo venderá por treinta denarios. Si se fijan bien en la
foto que les sacó Leonardo, van a ver al morocho que está en la punta derecha de
la mesa – una especie de Negro Cubillas de la delantera apostólica – que le
habla al oído al entreala derecho. Y lo que no acota la Biblia es que Judas
Cubillas le decía al otro: “no le den bola que está en pedo…”
... y además se trajo una mina!! |
Y después tenemos el Via Crucis.
La Biblia no expresa en ninguna parte
que cuando Jesús vuelve resucitado al Cielo y cuenta lo de los 40 latigazos, la
corona de espinas, el Dakar – Gólgota que le hicieron correr cargando la cruz, y
la crucifixión, termina con el comentario natural de “ se imaginan la Semana de
Turismo de mierda que pasé!!! ”
Los milagros, ¡ah, los
milagros!. Cuando después de decirle por séptimo año consecutivo a la viejita “Véte,
hija, estás curada!”, en la Biblia no consta que consulta con Pedro y le dice: “Che,
Pedro, para mí que esta vieja tiene cáncer!!”.
¿Vos qué opinás? |
Y hay episodios que no se han
investigado a fondo, probablemente por su carácter algo sicalíptico (el DRAE a
la orden). Por ejemplo, recientes revisiones han ampliado el célebre affaire
entre Adán, Eva y la manzana, lo que ha permitido no sólo ampliar el
conocimiento de lo sucedido sino también arrojar luz sobre algunos misterios
que perduran hasta nuestros días.
Parece que después de ingerir la
manzana, como Eva tenía el lóbulo límbico más desarrollado que Adán - como sucede hasta hoy en ambos sexos – el efecto
del fruto fue mucho más precoz en ella. Por lo tanto, mientras el tipo seguía
admirando las flores, pajaritos y la frondosa vegetación que nuestro Señor con afán puso en la sacra
mansión, ella se desesperaba por un encontronazo profundo del tercer tipo, o
más bien del primero que se le apareciera.
Fue así que se puso a coquetear
con un dinosaurio que pastaba a unos 20 m de altura, por lo cual ni se enteró
del furor de Eva, la que transformó su furor sexual en intelectual, cogió una
enorme piedra - ¡qué otra cosa podía hacer, la pobre! – y se la reventó en un
ojo.
Un mono que observaba la escena
estalló en carcajadas, lo que incentivó el furor de Eva. Lo corrió y estuvo a
punto de agarrarlo, pero el mono aceleró y dejó a Eva con un pedazo de piel de
simio en la mano.
Con esa mezcla de calenturas
bullendo en su sangre, Eva prosiguió su camino hasta dar con una fresca y
cristalina corriente de agua que descendía por un lecho rocoso cubierto de
musgo, que incitaba a reclinarse sobre él. No pudo resistirse, y pensando
además que el agua fresca mitigaría su estado, Eva se acostó cuan larga era en
esa piscina natural. Héte aquí que un salmoncito remontaba la corriente, ya en
ese entonces les gustaba a los salmones complicarse la vida nadando contra
corriente. Fue así que se fue introduciendo entre las piernas de Eva,
totalmente relajada, hasta llegar a un lugar en que no pudo ascender más, pese
a intentarlo reiteradas veces. Esto colaboró con el agua fresca para disipar
todas las fiebres de la primera dama, nunca mejor aplicado el término.
Las conclusiones a que se ha
llegado luego de esta investigación, es que ahora sabemos cómo desaparecieron
los dinosaurios y por qué los monos tienen el culo despellejado y colorado.
Lo que nunca se podrá saber, es
qué olor tenían los pescados antes de este episodio.
¿No había otra más madurita? |